Fidelidad y amor eterno. Los patos mandarines, Oshidori 鴛鴦.
Tanto en China como en Japón el pato mandarín es considerado un símbolo de amor duradero.
El hecho viene porque si se separa a una pareja de patos mandarines, languidecen y mueren de amor. Una vez que se unan como pareja, permanecerán juntos para el resto de su vida.
Este es el hermoso cuento de Lafcadio Hearn (1850-1904) quien nació en la isla griega de Lefkas, pero se marchó a vivir a Japón en 1889. Allí se casó con una japonesa y se nacionalizó con el nombre de Yakumo Koizumi.
El cuento:
Había una vez un halconero y cazador que vivía en Tamura-no-Go en la provincia de Matsu. Una mañana, Sonjo, pues este era su nombre, marchó a cazar, pero aquel día no pudo encontrar nada. Cuando regresaba a casa, y para su sorpresa, vio una pareja de patos mandarines, oshidori. La pareja, ajena a lo que se les venía encima, disfrutaba de las aguas tranquilas de Akanuma.
Sonjo sabía que matar oshidori no traía buena suerte, pero como el hambre era más fuerte que su cabeza, tomó una de sus flechas y mató al macho. Su compañera tuvo más suerte y pudo escapar entre los juncos de la orilla. Sonjo cogió al macho, ya muerto, y se lo llevó a casa para cocinarlo.
Después de cenar, el cazador se retiró a dormir, pero aquella noche no iba a ser como las otras. Sonjo empezó a tener un sueño muy extraño. Soñaba que una hermosa mujer entraba en su habitación, se colocaba al lado de su almohada y empezaba a llorar. Era un lloro tan triste que el hombre sentía que su corazón se partía. Aquella mujer, en sus lloros, le decía: “Por qué!, –¡Oh! ¿Por qué lo mataste? – ¿De qué era culpable? En Akanuma nosotros éramos tan felices juntos, – y ¡tú lo mataste! ¿Qué daño te había hecho? También me has matado a mí porque ¡no viviré sin mi marido! Así, y con un lloro aún más desgarrador, continuó diciéndole: “sólo he venido a decirte que
Hi kurureba
Sasoeshi mono wo --
Akanuma no
Makomo no kure no
Hitori-ne zo uki!”
Al principio del ocaso le invité a que regresara conmigo.
Ahora dormir sola en las sombras de los juncos de Akanuma
–¡Ah! ¡Qué miseria tan atroz!”
Y después de haber pronunciado estos versos, exclamó: – ¡Ah, tú no sabes – tú no puedes saber lo que has hecho! Pero mañana, cuando vayas a Akanuma, verás, – tú verás...” Sin más, aunque con un lloro muy profundo, se marchó.
A la mañana siguiente, cuando Sonjo se despertó, el sueño era tan vívido en su mente que le producía inquietud. Recordaba las palabras: – “Pero mañana, cuando vayas a Akanuma, verás, – tú verás.” Decidido a resolver el misterio, se fue a Akanuma. Deseaba saber si su sueño era algo más que un simple sueño.
Cuando llegó a Akanuma, Sonjo vio a una hembra de oshidori nadando sola que tan pronto como se percató de la presencia del hombre, en vez de intentar huir, nadó hacia él mirándole directamente de forma extraña. Entonces, y de repente, con su pico empezó a rasgarse su propio cuerpo para morir ante los ojos del cazador...
Sonjo se rapó su cabeza, y se hizo sacerdote.