Los amantes de Teruel
Hoy nos quedamos en Teruel para hablar sobre sus amantes, para recordarles hoy y siempre.
Esta es la bella, pero al mismo tiempo triste, historia de los amantes de Teruel, Diego Marcilla e Isabel de Segura.
Estamos en el año 1555, en la iglesia de San Pedro de Teruel. Acaban de ser descubiertos dos ataúdes de madera en cuyo interior se hallan dos momias y un documento escrito en letra gótica. ¿Qué nos desvelará dicho documento? Para conocerlo, debemos retroceder en el tiempo e irnos al siglo XIII.
Los hijos de dos familias turolenses se conocen desde niños, él es Diego Marcilla y ella Isabel de Segura. La pareja, que pudo crecer junta, aprovechó la niñez para conocerse y la adolescencia para amarse.
Sus familias, sin embargo, tenían diferencias importantes. Por un lado la familia de Diego, que aunque noble, no era tan importante como la acaudalada familia de Isabel. Además, a Diego, al ser el segundo en su familia, se le restaba importancia.
Un día, Diego tomó fuerzas y fue decidido a hablar con el padre de Isabel para solicitar la mano de su hija, pero, a pesar de conocerse de toda la vida, la única respuesta que tuvo el pobre joven fue una rotunda negativa. La razón; no tenía suficiente fortuna para su hija.
- “Concederme cinco años para poder hacer fortuna”, propuso Diego.
El riguroso padre aceptó y la joven prometió esperarle.
¿Qué forma era la más rápida de hacer dinero para aquel entonces? Las cruzadas. Así, Diego de Marcilla se alistó y partió con un objetivo claro.
Durante el tiempo en el que el muchacho estuvo fuera, vivió muchas aventuras. Una de las peores fue cuando los sarracenos, una antigua tribu del norte de Arabia, le hizo prisionero.
Finalmente, y no sin mucho esfuerzo, Diego fue capaz de regresar a Teruel con la fortuna prometida.
El día en el que el joven entraba por el Portal de Andaquilla a Teruel, se encontró con una población en fiesta. Estaban celebrando el matrimonio de Isabel con un hijo de la familia Azagra. Desgraciadamente, Diego llegaba un día más tarde de lo acordado.
Ya concluida la boda y los festejos, el recién llegado logró entrar en la cámara nupcial. El marido dormía, por lo que Diego pudo hablar con Isabel a quien recriminó por no haberle esperado ni veinticuatro horas, pero la ya esposa le dijo que le seguía amando y que el matrimonio le había sido impuesto por su padre.
Diego le solicitó un último beso, a lo que Isabel se negó aduciendo que ya estaba casada y debía respetar a su marido.
Unas pocas horas después, Diego caía muerto de pena.
Al día siguiente, con el cuerpo del muchacho en la iglesia, Isabel hizo acto de presencia dirigiéndose hacia el joven para darle el beso que horas antes le había negado. Fue en ese justo instante en el que Isabel cayó junto al féretro.
En vista de lo sucedido, las dos familias decidieron que debían enterrarse juntos y dejar constancia de lo que en 1217 aconteció.