Corea del Sur se destaca en el ámbito educativo por su rigurosa competitividad y los sobresalientes logros académicos que impulsan su desarrollo económico. Este sistema ha forjado una fuerza laboral de élite reconocida a nivel mundial. Sin embargo, esta reputación también encierra uno de los mayores desafíos del país: el exceso de competencia y el consiguiente estrés al que se enfrentan los estudiantes.

​

En los últimos años, la política de financiamiento educativo ha experimentado cambios notables por el descenso demográfico de la población en edad escolar y busca elevar la excelencia educativa, particularmente en instituciones fuera de Seúl. El enfoque radica en la renovación de programas académicos y la mejora de infraestructuras para adecuar a los estudiantes a las demandas del mercado laboral contemporáneo.

​

A pesar de estos esfuerzos, las políticas educativas han suscitado críticas por no abordar de manera integral la feroz competencia y el estrés inherente al sistema educativo que padecen los estudiantes. Además, han enfrentado oposición de sectores médicos y podrían no atender adecuadamente la disparidad económica. La implementación también plantea desafíos y genera escepticismo sobre su efectividad a largo plazo.